EL HIJO DEL
SUEÑO
U
|
N hijo ... ¿Tú sabes, tú sientes qué
es eso?
Ver nacer la vida del fondo de un
beso,
por un inefable milagro de amor;
un beso que llene la cuna vacía,
y que ingenuamente nos mire y sonría:
un beso hecho flor. ..
Un hijo ... Un fragante, fuerte y
dulce lazo!
Me parece verlo sobre tu regazo
palpitando ya;
y miro moverse con pueril empeño
las pequeñas manos de nuestro
pequeño,
como si quisieran sujetar un sueño
que llega y se va ...
En el agua fresca de nuestras
ternuras
mojará las alas de sus travesuras,
como una paloma que aprende a volar;
y será violento, loco y peregrino,
y amará igualmente la mujer y el
vino,
y el cielo y el mar!
Con la sed amarga de la adolescencia,
beberá en la fuente turbia de la
ciencia;
y, tierno cantor,
irá por el mundo, con su lira al
hombro,
dejando un reguero de rosas de
asombro
y un áureo fulgor...
Cruzará al galope la árida llanura,
pálido de ensueño, loco de aventura
y ebrio de ideal;
y, en su desvarío de viajes remotos,
volverá algún día con los remos
rotos,
trayendo en los labios un sabor de
sal.
Caminante absurdo de caminos muertos,
pasará su sombra sobre los desiertos,
en una infinita peregrinación;
y su alucinada pupila inconforme
verá en su destino grabada una enorme
interrogación.
.
Pero será inútil su tenaz andanza,
perslguiendo un sueño que jamas se
alcanza ...
y ha de ser así,
pues no hallará nunca, como yo, la
meta
de todas sus ansias de hombre y de
poeta;
porque en las mujeres de su vida.
inquieta
no hallará ninguna parecida a ti...
Que tú eres la rosa de una sola vida,
la rosa que nadie verá repetida,
porque al deshojarse secará el rosal;
y, como en el mundo ya no habrá esa
rosa,
él irá en su larga búsqueda
infructuosa,
en pos de una igual!
POEMA
Q
|
UIZÁS te diga un día que dejé de quererte,
aunque siga queriéndote más allá de
la muerte;
y acaso no comprendas, en esa
despedida, .
que, aunque el amor nos une, nos
separa la vida.
Quizás te diga un día que se me fue
el amor,
y cerraré los ojos para amarte mejor,
porque el amor nos ciega, pero, vivos
o muertos,
nuestros ojos cerrados ven más que estando
abiertos.
Quizás te diga un día que dejé de
quererte,
aunque siga queriéndote más allá de
la muerte;
y acaso no comprendas, en esa
despedida,
que nos quedamos juntos para toda la
vida!
POEMA DE LA DESPEDIDA
T
|
E digo adiós, y acaso te quiero
todavía.
Quizás no he de olvidarte, pero te
digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te
quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los
dos.
Este cariño triste, y apasionado, y
loco,
me lo sembré en el alma. para
quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te
amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar
así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi
recuerdo,
y el corazón me dice que no te
olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que
te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás
te amé.
Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de
mí…
Pero te digo adiós, para toda la
vida,
aunque toda la vida siga pensando en
ti.
LA PUERTA
I
R
|
ECUERDO bien que te cerré la puerta.
Sé que llamaste, y sé que no te
abrí...
y ahora miro la puerta, y está
abierta,
y te siento de pronto junto a mí.
Entraste, y no sé cómo, todavía;
pero sé que este amor tiene que ser
como la claridad del mediodía
en la penumbra del anochecer.
Y es tan inesperado este cariño
que lo rechazo y lo retengo al par,
como una madre que reprende a un
niño,
pero que llora viéndolo llorar...
II
Has entrado en mi amor tan
silenciosa,
que no sentí ni el roce de tu pie;
y eres como el milagro de la rosa,
que se hace rosa sin saber por qué...
Y me penetra tu emoción sencilla,
más allá de mi bien y de mi mal,
como la gota de agua por la arcilla,
como la luz del sol por un cristal.
Y, cada vez más hondo en lo más puro,
tu amor se hace el camino de mi amor,
como la yedra que se ciñe al muro,
pero que lo reviste de verdor.
III
Yo te cerré la puerta, y tú la
abriste,
y te acercaste a mí con timidez,
con tu sonrisa de muchacha triste
que va a una fiesta por primera vez.
Y ahora sé que el amor entró contigo,
mujer que, hecha de amor y para amar,
tienes la doble cualidad del trigo:
pan en la mesa y carne en el altar.
y ahora me da temor la puerta
abierta,
aunque por ella entró el amanecer...
Pero esta vez voy a cerrar la puerta
para que no te puedas ir, mujer!
CANCION DE LA ENREDADERA
I
C
|
OMO un verde tentáculo que se alarga de
sed,
la alegre enredadera crece por la
pared.
Su verdor va envolviendo cuanto
encuentra a su paso,
y el retoño del alba ya es rama en el
ocaso.
No la detiene nada. Y así crece,
florida,
imagen del amor cuando llena una
vida.
Y creciendo y creciendo florece sobre
el muro,
y es fugaz primavera y otoño
prematuro.
Porque esa enredadera verdemente
lozana,
nació ayer y hoy florece para morir
mañana,
imagen del amor alocado y ardiente
que, por crecer tan pronto, se seca
prontamente.
II
Oh, amor, ven poco a poco... Mira que
no quisiera
que pudieras secarte como la
enredadera!
LA DAMA DE LAS PERLAS
Y
|
O he visto perlas claras de inimitable
encanto,
de esas que no se tocan por temor a
romperías;
pero sólo en tu cuello pudieron valer
tanto
las burbujas de nieve de tu collar de
perlas.
y más, aquella noche del amor
satisfecho,
del amor que eterniza lo fugaz de las
cosas,
cuando fuiste un camino que comenzó
en mi lecho
y el rubor te cubría con un manto de
rosas.
Yo acaricié tus perlas sin desprender
su broche,
y las vi como nadie nunca más podrá
verlas,
pues te tuve en mis brazos, al fin,
aquella noche,
vestida solamente con tu collar de
perlas.
SONETO 1
C
|
OMO quien boga contra la corriente,
aun comprendiendo que su afán es
vano,
y el remo se le cae de la mano
y se siente arrastrado nuevamente,
así mi amor se aleja indiferente,
pero, al recuerdo de tu amor lejano,
reverdece el deseo en su desgano,
y regresa mi sed hacia tu fuente.
Y, andando y desandando este sendero,
a la vez desolado y florecido
y jamás recorrido por, entero,
no sé por qué renaces de mi olvido,
ni sé por qué me voy, si es que te
quiero,
ni qué me hace volver cuando me he
ido.
SONETO II
M
|
I corazón se siente satisfecho
de haberte amado y nunca poseído:
así tu amor se salva del olvido
igual que mi ternura del despecho.
Jamás te vi desnuda sobre el lecho,
ni oí tu voz muriéndose en mi oído:
así ese bien fugaz no ha convertido
un ancho amor en un placer estrecho.
Cuanto el deleite suma a lo vivido
acrecentado se lo resta al pecho,
pues la ilusión se va por el sentido.
Y, en ese hacer y deshacer lo hecho,
sólo un amor se salva del olvido,
y es el amor que queda insatisfecho.
EL CID
P
|
OR la Sierra, una tarde, pasaba el
Campeador.
El sol despetalaba su flamígera flor,
y bruñía la púrpura de su esplendor
postrero
en la resplandeciente coraza del
guerrero.
El oro lo cubría de la frente a los
pies:
Su escarcela era de oro, y era de oro
su arnés;
un rubí granadino ardía en su cimera,
y sus ojos ardían aún más tras la visera.
Soberbiamente erguido con marcial
bizarría,
no encontrando adversarios, con el
Sol se batía!
Los pastores, en lo alto de las altas
montañas,
al ver pasar al héroe de las rudas
hazañas
envuelto en su leyenda de osadía y de
estrago,
entre sí murmuraban: "Es el Cid,
o es Santiago".
Pues con el fanatismo que infunde la
victoria
unían los dos nombres en una misma
gloria.
Así, lento, magnífico, arrogante y
severo,
iba por los caminos el radiante
viajero,
cuando oyó que del fondo de un
barranco surgía
Ia ronca y débil súplica de una voz
de agonía.
Y allí, tendido en tierra, vió un
monstruo repugnante
de agarrotadas manos y roído
semblante:
Un leproso.
De súbito, el corcel de Rodrigo
se encabritó: Tan sórdido y horrible
era el mendigo,
que temió el noble bruto contaminar
sus cascos
con rozar solamente aquel montón de
ascos.
Con un gesto magnánimo, el guerrero
español,
inclinando su bélico penacho
tornasol,
le ofrece al miserable todo lo que le
queda:
una moneda de oro y un ademán de
seda.
Y entonces, al llameante resplandor
del ocaso,
con incrédulos ojos y vacilante paso,
aquella gusanera viviente se
incorpora,
y cae de rodillas pesadamente, y
llora ...
Allí, en aquel oscuro recodo del
camino,
lo maldijo una anciana, lo apedreó un
campesino,
le fue negada el agua, le fue negado
el pan,
y soportó en silencio la injuria y el
desmán;
y ahora un caballero de luciente
armadura
caritativamente consuela su amargura,
sin temer el contagio de su inmunda
dolencia,
y le ofrece a sus llagas una flor de
clemencia.
y el monstruo, en un impulso
brutalmente sincero,
posa sus labios pútridos sobre el
guante de acero.
El paladín lo mira, sin desdén, sin
temor,
sin có1era: Por algo es el Cid
Campeador!
Inmóvil y benigno en su dádiva
inmensa,
el gran Rodriga Díaz de Vivar algo
piensa:
¿Qué sentimientos laten bajo de su
coraza?
De repente, con suave firmeza, lo
rechaza;
contempla largamente aquel escombro
humano,
se arranca el guantelete ... y le
tiende la mano!
SEGUNDO POEMA DE LA DESPEDIDA
V
|
ETE como quien llega, pero vete,
pues ya el trigo creció para la
siega.
Mi amor es como un niño que no juega
para que no se rompa su juguete.
Te irás como la lluvia, gota a gota;
y yo, al cantar mi canto hacia el
olvido,
soy la rama que sólo ha florecido
para que no se vea que está rota.
Y mientras tú te vas sin un sollozo
yo cruzaré los brazos sin un ruego,
muriéndome de sed igual que un ciego
que se sentara en el brocal de un
pozo.
O he de mirarte como el moribundo
que ve llegar la primavera al huerto,
y piensa que después que se haya
muerto
no debiera haber flores en el mundo.
Pues como el monje ante su crucifijo,
que es su esperanza y a la vez su
yugo,
yo sentiré la angustia de un verdugo
que debe ajusticiar su único hijo.
Vete ... Pero es mejor que ni en el
eco
pueda sobrevivir tu voz ausente,
porque mi amor es triste como un
puente
sobre la cicatriz de un río seco...
Y aunque sonría como quien engaña,
viéndote ir como quien se equivoca,
mi corazón será una araña loca
que se enreda en su propia telaraña.
Yo he de fingir un ademán de hastío
en una despedida indiferente,
pero mi amor será como un demente
que sepultara un ataúd vacío.
Y, ya lejos mi boca de tu boca,
mi alma despertará cada mañana
con su oscuro silencio de campana
que se puede tocar y no se toca...
Pues aunque digas un adiós risueño
yo sentiré que cierras una puerta,
como esa mano cruel que nos despierta
cuando soñamos lo mejor de un sueño.
BALADA EN LA ALAMEDA
P
|
DRA el
silencio miel sobre seda,
y era un ungüento de paz la brisa.
Yo iba del brazo con tu sonrisa
por la alameda.
Tu boca dulce como un olvido
me dió sus jugos bajo el follaje,
y su chasquido
rozó mi oído
como el plumaje
de un cisne herido;
como un encaje
desvanecido;
como un celaje
loco de viaje
sobre un paisaje
desconocido ...
Tu boca ungida de luz de trino
bordó una sombra de frases quedas,
Tu boca tibia me supo a vino,
y en la hojarasca de las veredas
se alzó el revuelo de un remolino
de áureas monedas ...
y fué el silencio como una gruta,
y la quimera fué como un río
donde bogaron tu amor y el mío....
y fué tu boca como una fruta
humedecida por el rocío...
Como amputando gestos sombríos
bruñó la Luna su filo de hacha,
y. retorciendo sus dedos fríos
cruzó una racha...
Yo unté de besos tu boca roja,
tu boca dulce como un regreso,
y en cada árbol fue cada hoja
un eco verde de cada beso!
Tu boca intacta me dió sus rasos,
tu voz sin bordes me dió su seda,
y, en la delicia de los retrasos,
moría el roce de nuestros pasos
en el silencio de la alameda...
ENVíO
La vida pasa; la vida rueda...
Quizás se aparten tu alma y la mía,
pero el recuerdo nace y se queda...
Y aunque el deseo no retroceda
y nuestra llama se apague un día,
mientras yo pueda soñar, y pueda
regar mis sueños en la vereda
de la armonía,
tendré la dulce melancolía
de aquellas frases entre la umbría
y aquellos besos en la alameda.
CANZONETTA
E
|
RASE un verde bosque de eterna primavera,
y érase un niño iluso que vagaba al
azar ...
El niño entró en el bosque siguiendo
una quimera;
entró en el bosque ... y nadie lo ha
visto regresar.
Erase un mar sereno, de tan hondo que
era,
y érase un nauta loco que vió un día
aquel mar ...
El nauta aborrecía la paz de la
ribera;
empuñó el remo ... y nadie lo ha
visto regresar.
Mujer: comprende el símil. Yo también
quise un día
penetrar el secreto de tu melancolía,
y me perdí, y no pude regresar;
porque en tus ojos verdes se extravió
mi destino,
como el niño en el bosque, como el
loco marino
en el mar!
POEMA
B
|
AJA al jardín y corta las rosas una a
una,
jardinero frustrado que odias la
primavera.
Como quien ha cerrado su ventana a la
luna,
tú estarás en la sombra, y ella
brillando afuera.
Baja al jardín y ejerce tu rencor
asesino,
pero piensa que hay cosas que nunca
tienen fin:
Te llevarás las rosas y su fugaz
destino,
pero la primavera seguirá en el
jardín!
LA RAMA ROTA
V
|
ENGO de tu jardín de altos aromas,
con esta flor que embriaga como un
vino.
Quizás por eso fue que en el camino
me siguió una bandada de palomas.
Y ahora, en mi huerto, en esta
entristecida
paz del que nada odia y nada ama,
me tropiezan los pies con una rama,
seca y rota, lo mismo que mí vida.
Y, corno quien regresa del olvido
y se hermana al dolor de otra
derrota,
pongo la flor sobre la rama rota
para hacerle creer que ha florecido.
LIED
M
|
I corazón se queda aunque mi amor se
vaya,
porque el recuerdo nace de un ansia
de olvidar.
Tu amor tiene la tibia ternura de una
playa;
mi amor es inestable como el viento y
el mar.
Aunque mi amor se vaya no has de
quedarte sola,
pues te dejo el reflejo de la luz.
que encendí:
Tu amor es una playa, mí amor es una
ola,
y necesariamente yo he de volver a ti
...
POEMA LAMENTABLE
E
|
L beodo narraba dificultosamente,
con hipos de agonía y vahos de
aguardiente:
El, residuo de hombre, sin vigor ni
decoro,
era el único dueño de un singular
tesoro.
Y bajo sus andrajos hurgando
torpemente,
alzó en triunfo una cosa flexible y
reluciente:
una trenza finísima de cabellos de
oro,
y gimió: "Es de la infame... que
todavía adoro!"
Y una noche de lluvia se colgó de una
rama.
y un rechinar de dientes epilogó su
drama
de recorrer a tientas las brumas del
alcohol.
Y los curiosos vieron, al inflamarse
el día,
que en su cárdeno cuello la trenza
relucía,
cual si se hubiese ahorcado con un
rayo de sol!
POEMA DEL OLVIDO
V
|
IENDO pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, corno una nube, pasaste por mi
hastío.
y se unieron entonces tu corazón y el
mío,
como se van uniendo los bordes de una
herida.
Los últimos ensueños y Ias primeras
canas
entristecen de sombra todas las cosas
bellas;
y hoy tu vida y mi vida son como las
estrellas,
pues pueden verse juntas, estando tan
lejanas...
Yo bien sé que el olvido, como un
agua maldita,
nos da una sed más honda que la sed
que nos quita,
pero estoy tan seguro de poder
olvidar...
Y miraré las nubes sin pensar que te
quiero,
con el hábito sordo de un viejo
marinero
que aún siente, en tierra firme, la
ondulación del mar!
POEMA DEL POEMA
Q
|
UIZAS pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te
dirá;
y, ahogando para siempre mi amor
inadvertido,
te amaré más que nunca... jamás lo
sabrás!
La desolada estrofa, como si fuera un
ala,
voló sobre el silencio... Y tú
estabas allí:
Allí, en el más oscuro rincón de
aquella sala,
estabas tú, escuchando mis versos
para ti.
Y tú, la inaccesible mujer de ese
poema
que ofrece su perfume pero oculta su
flor,
quizás supiste entonces la amargura
suprema
de quien ama la vida porque muere de
amor.
Y tú, que nada sabes, que tal vez ni
recuerdes
aquellos versos tristes y amargos
como el mar,
cerraste en un suspiro tus grandes
ojos verdes,
los grandes ojos verdes que nunca he
de olvidar.
Después, se irguió tu cuerpo como una
primavera,
mujer hoy y mañana distante como
ayer...
y vi que te alejabas, sin sospechar
siquiera
que yo soy aquel hombre... y tú,
aquella mujer!
POEMA DE NAVIDAD
E
|
NTRE la muchedumbre que ríe y se divierte
por las iluminadas calles de la
ciudad,
me llega tu recuerdo con un sabor de
muerte,
mujer de mi tristeza y mi felicidad.
Y, así, esta noche alegre tengo los
ojos tristes,
tristes de la tristeza de ir contigo
y sin ti,
mujer que existes y no existes,
mujer que nunca tuve, pero que ayer. perdí.
Voy andando en la noche, desterrado
del mundo,
y de pronto, surgiendo de entre la
multitud,
me sale al paso un perro vagabundo,
desorientado y triste como mi
juventud…
En sus húmedos ojos se duplica mi
ensueño,
y los dos nos miramos con un mismo
dolor:
él, un perro sin dueño;
yo, un hombre sin amor.
ASI, VERTE DE LEJOS
A
|
SI, verte de lejos, definitivamente:
Tú vas con otro hombre; yo, con otra
mujer...
y sé que, como el agua que brota de
una fuente,
aquellos bellos días ya no pueden
volver.
Así, verte de lejos y pasar
sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía
ayer;
y lograr que mi rostro se quede
indiferente,
y que el gesto de hastío parezca de
placer.
Así, verte de lejos, y no decirte
nada,
ni con una sonrisa, ni con una
mirada,
y que nunca sospeches cuánto te
quiero así;
NOCTURNO VII
A
|
HORA que ya te fuiste, te diré que te
quiero.
Ahora que no me oyes, ya no debo
callar.
Tú seguirás tu vida y olvidarás
primero...
y yo aquí, recordándote, a la orilla
del mar.
Hay un amor tranquilo que dura hasta
la muerte,
y un amor tempestuoso que no puede
durar.
Acaso aquella noche no quise
retenerte...
y ahora estoy recordándote a la
orilla del mar.
Tú, que nunca supiste lo que yo te
quería,
quizás entre otros brazos lograrás
olvidar...
Tal vez mires a otro, igual que a mí
aquel día...
y yo aquí, recordándote, a la orilla
del mar.
El rumor de mi sangre va cantando tu
nombre,
y el viento de la noche lo repite al
pasar.
Quizás en este instante tú. besas a
otro hombre...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla
del mar...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla
del mar...
NOCTURNO VI
A
|
S! estás todavía: De pie bajo la
lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de
invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu
sonrisa,
de pie bajo la lluvia te encuentra mi
recuerdo.
Siempre he de recordarte de píe bajo
la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en
tus cabellos.
y tu voz, que nacía del fondo de tus
ojos,
y tus manos cansadas que se iban en
el viento...
Y aquel cielo de plomo, y el rumor de
los árboles,
y la hoja seca aquella que te cayó en
el seno...
y el rocío nocturno dormido en tus
pestañas,
y engarzando diamantes en tu vestido
negro.
Así estás todavía, lejanamente cerca,
desde tu lejanía de sombra y de
silencio...
Mi corazón te llama de pie bajo la
lluvia;
de pie bajo la lluvia te acercas en
el sueño.
La vida es tan pequeña, que cabe en
una noche.
Quizás fue que en la sombra me
encontré con tu beso.
y por eso me envuelve, de pie bajo la
lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu
cuerpo.
Sí. Me has dejado triste. Porque
pienso que acaso
ya no estarás conmigo, cuando llueva
de nuevo;
y no he de verte entonces de pie bajo
la lluvia,
con las manos temblando de frío y de
deseo.
Pero, aunque habrá otras noches
cargadas de perfumes,
y otras mujeres, y otras, a lo largo
del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo
la lluvia,
bajo la lluvia clara de una noche de
invierno.
ELEGIA DE ESTIO
I
A
|
QUI, junto a este río, tu ausencia es
más
Aquí, bajo este árbol, mí silencio es
más mío.
Algo de mi alegría se fue en esta
corriente,
o dejó en estas ramas un retoño
tardío.
Ahora pasan el tiempo y el agua
transparente
por este cauce turbio y amargo de mi
hastío.
II
Yéndote como el río, que al irse no
está ausente,
te quedas como el árbol, que llena lo
vacío.
Todo está como entonces, y todo es
diferente,
porque faltan tus ojos en la tarde de
estío.
Y el amor que llegaba se nos fue
dulcemente,
con la sombra. del árbol, en el agua
del río...
ausente.
POEMA DE LA DUDA
N
|
UESTRO amor ya es inútil como un mástil sin
lona,
como un cauce sin agua, como un arco
sin flecha,
pues lo que enciende un beso lo apaga
una sospecha,
y en amor es culpable el que perdona.
Ya es sombra para siempre lo que miró
la duda
con su mirada amarga como una fruta
verde;
y el alma está perdida cuando pierde
el supremo pudor de estar desnuda.
Así, frente a la noche, te he de
tender la mano
con un gesto cordial de despedida,
y tú no sabrás nunca lo que pesa en
mi vida
la angustia irremediable de haberte
amado en vano.
SONETO DEL CAMINANTE
N
|
O despiertes jamás para vivir tu
sueño,
porque el sueño es un viaje más allá
del olvido.
Tu pie siempre es más firme después
de haber caído.
Sólo es grande en la vida quien sabe
ser pequeño.
El amor llega y pasa como un dolor
risueño,
como una rama seca donde retoña un
nido .
Sólo tiene algo suyo quien todo lo ha
perdido.
Nadie es dueño de nada sin ser su
propio dueño.
La vida será tuya si sabes que es
ajena,
que es igual ser montaña que ser
grano de arena,
pues la calma del justo vence el
furor del bravo.
Y aprende que el camino nace del
caminante,
pues, por más que ambiciones, humilde
o arrogante,
sólo has de ser el dueño de lo que
eres esclavo.
SEMBRAR
A
|
LZA la mano y siembra, con un gesto
impaciente,
en el surco, en el viento, en la
arena, en el mar...
Sembrar, sembrar, sembrar,
infatigablemente:
En mujer, surco o sueño, sembrar,
sembrar, sembrar...
Yérguete ante la vida con la fe de tu
siembra;
siembra el amor y el odio, y sonríe
al pasar...
La arena del desierto y el vientre de
la hembra
bajo tu gesto próvido quieren
fructificar...
Desdichados de aquellos que la vida
maldijo,
que no soñaron nunca ni supieron
amar...
Hay que sembrar un árbol, un ansia,
un sueño, un hijo...
Porque la vida es eso: Sembrar,
sembrar, sembrar!