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miércoles, 1 de marzo de 2017

JOSE ANGEL BUESA - OTROS



EL HIJO DEL SUEÑO

U


N hijo ... ¿Tú sabes, tú sientes qué es eso?
Ver nacer la vida del fondo de un beso,
por un inefable milagro de amor;
un beso que llene la cuna vacía,
y que ingenuamente nos mire y sonría:
            un beso hecho flor. ..

Un hijo ... Un fragante, fuerte y dulce lazo!
Me parece verlo sobre tu regazo
palpitando ya;
y miro moverse con pueril empeño
las pequeñas manos de nuestro pequeño,
como si quisieran sujetar un sueño
             que llega y se va ...

En el agua fresca de nuestras ternuras
mojará las alas de sus travesuras,
como una paloma que aprende a volar;
y será violento, loco y peregrino,
y amará igualmente la mujer y el vino,
           y el cielo y el mar!

Con la sed amarga de la adolescencia,
beberá en la fuente turbia de la ciencia;
y, tierno cantor,
irá por el mundo, con su lira al hombro,
dejando un reguero de rosas de asombro
y un áureo fulgor...

Cruzará al galope la árida llanura,
pálido de ensueño, loco de aventura
            y ebrio de ideal;
y, en su desvarío de viajes remotos,
volverá algún día con los remos rotos,
trayendo en los labios un sabor de sal.

Caminante absurdo de caminos muertos,
pasará su sombra sobre los desiertos,
en una infinita peregrinación;
y su alucinada pupila inconforme
verá en su destino grabada una enorme
            interrogación.       
.
Pero será inútil su tenaz andanza,
perslguiendo un sueño que jamas se alcanza ...
y ha de ser así,
pues no hallará nunca, como yo, la meta
de todas sus ansias de hombre y de poeta;
porque en las mujeres de su vida. inquieta
no hallará ninguna parecida a ti...

Que tú eres la rosa de una sola vida,
la rosa que nadie verá repetida,
porque al deshojarse secará el rosal;
y, como en el mundo ya no habrá esa rosa,
él irá en su larga búsqueda infructuosa,
en pos de una igual!

POEMA

Q


UIZÁS te diga un día que dejé de quererte,
aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas, en esa despedida, .
que, aunque el amor nos une, nos separa la vida.
Quizás te diga un día que se me fue el amor,
y cerraré los ojos para amarte mejor,
porque el amor nos ciega, pero, vivos o muertos,
nuestros ojos cerrados ven más que estando abiertos.
  
Quizás te diga un día que dejé de quererte,
aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas, en esa despedida,
que nos quedamos juntos para toda la vida!



POEMA DE LA DESPEDIDA

T


E digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizás no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma. para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con  esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí…
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.
           

LA PUERTA

                             I

R


ECUERDO bien que te cerré la puerta.
Sé que llamaste, y sé que no te abrí...
y ahora miro la puerta, y está abierta,
y te siento de pronto junto a mí.

Entraste, y no sé cómo, todavía;
pero sé que este amor tiene que ser
como la claridad del mediodía
en la penumbra del anochecer.

Y es tan inesperado este cariño
que lo rechazo y lo retengo al par,
como una madre que reprende a un niño,
pero que llora viéndolo llorar...

                             II

Has entrado en mi amor tan silenciosa,
que no sentí ni el roce de tu pie;
y eres como el milagro de la rosa,
que se hace rosa sin saber por qué...

Y me penetra tu emoción sencilla,
más allá de mi bien y de mi mal,
como la gota de agua por la arcilla,
como la luz del sol por un cristal.

Y, cada vez más hondo en lo más puro,
tu amor se hace el camino de mi amor,
como la yedra que se ciñe al muro,
pero que lo reviste de verdor.

                          III

Yo te cerré la puerta, y tú la abriste,
y te acercaste a mí con timidez,
con tu sonrisa de muchacha triste
que va a una fiesta por primera vez.

Y ahora sé que el amor entró contigo,
mujer que, hecha de amor y para amar,
tienes la doble cualidad del trigo:
pan en la mesa y carne en el altar.

y ahora me da temor la puerta abierta,
aunque por ella entró el amanecer...
Pero esta vez voy a cerrar la puerta
para que no te puedas ir, mujer!


CANCION DE LA ENREDADERA

                          I
C


OMO un verde tentáculo que se alarga de sed,
la alegre enredadera crece por la pared.

Su verdor va envolviendo cuanto encuentra a su paso,
y el retoño del alba ya es rama en el ocaso.

No la detiene nada. Y así crece, florida,
imagen del amor cuando llena una vida.

Y creciendo y creciendo florece sobre el muro,
y es fugaz primavera y otoño prematuro.

Porque esa enredadera verdemente lozana,
nació ayer y hoy florece para morir mañana,

imagen del amor alocado y ardiente
que, por crecer tan pronto, se seca prontamente.

                                 II

Oh, amor, ven poco a poco... Mira que no quisiera
que pudieras secarte como la enredadera!



LA DAMA DE LAS PERLAS

Y


O he visto perlas claras de inimitable encanto,
de esas que no se tocan por temor a romperías;
pero sólo en tu cuello pudieron valer tanto
las burbujas de nieve de tu collar de perlas.

y más, aquella noche del amor satisfecho,
del amor que eterniza lo fugaz de las cosas,
cuando fuiste un camino que comenzó en mi lecho
y el rubor te cubría con un manto de rosas.

Yo acaricié tus perlas sin desprender su broche,
y las vi como nadie nunca más podrá verlas,
pues te tuve en mis brazos, al fin, aquella noche,
vestida solamente con tu collar de perlas.


SONETO 1

C


OMO quien boga contra la corriente,
aun comprendiendo que su afán es vano,
y el remo se le cae de la mano
y se siente arrastrado nuevamente,

así mi amor se aleja indiferente,
pero, al recuerdo de tu amor lejano,
reverdece el deseo en su desgano,
y regresa mi sed hacia tu fuente.

Y, andando y desandando este sendero,
a la vez desolado y florecido
y jamás recorrido por, entero,

no sé por qué renaces de mi olvido,
ni sé por qué me voy, si es que te quiero,
ni qué me hace volver cuando me he ido. 


SONETO II

M


I corazón se siente satisfecho
de haberte amado y nunca poseído:
así tu amor se salva del olvido
igual que mi ternura del despecho.

Jamás te vi desnuda sobre el lecho,
ni oí tu voz muriéndose en mi oído:
así ese bien fugaz no ha convertido
un ancho amor en un placer estrecho.

Cuanto el deleite suma a lo vivido
acrecentado se lo resta al pecho,
pues la ilusión se va por el sentido.

Y, en ese hacer y deshacer lo hecho,
sólo un amor se salva del olvido,
y es el amor que queda insatisfecho.

EL CID

P


OR la Sierra, una tarde, pasaba el Campeador.
El sol despetalaba su flamígera flor,
y bruñía la púrpura de su esplendor postrero
en la resplandeciente coraza del guerrero.

El oro lo cubría de la frente a los pies:
Su escarcela era de oro, y era de oro su arnés;
un rubí granadino ardía en su cimera,
y sus ojos ardían aún más tras la visera.
Soberbiamente erguido con marcial bizarría,
no encontrando adversarios, con el Sol se batía!

Los pastores, en lo alto de las altas montañas,
al ver pasar al héroe de las rudas hazañas
envuelto en su leyenda de osadía y de estrago,
entre sí murmuraban: "Es el Cid, o es Santiago".
Pues con el fanatismo que infunde la victoria
unían los dos nombres en una misma gloria.

Así, lento, magnífico, arrogante y severo,
iba por los caminos el radiante viajero,
cuando oyó que del fondo de un barranco surgía
Ia ronca y débil súplica de una voz de agonía.
Y allí, tendido en tierra, vió un monstruo repugnante
de agarrotadas manos y roído semblante:
Un leproso.


De súbito, el corcel de Rodrigo
se encabritó: Tan sórdido y horrible era el mendigo,
que temió el noble bruto contaminar sus cascos
con rozar solamente aquel montón de ascos.

Con un gesto magnánimo, el guerrero español,
inclinando su bélico penacho tornasol,
le ofrece al miserable todo lo que le queda:
una moneda de oro y un ademán de seda.

Y entonces, al llameante resplandor del ocaso,
con incrédulos ojos y vacilante paso,
aquella gusanera viviente se incorpora,
y cae de rodillas pesadamente, y llora ...

Allí, en aquel oscuro recodo del camino,
lo maldijo una anciana, lo apedreó un campesino,
le fue negada el agua, le fue negado el pan,
y soportó en silencio la injuria y el desmán;
y ahora un caballero de luciente armadura
caritativamente consuela su amargura,
sin temer el contagio de su inmunda dolencia,
y le ofrece a sus llagas una flor de clemencia.
y el monstruo, en un impulso brutalmente sincero,
posa sus labios pútridos sobre el guante de acero.

El paladín lo mira, sin desdén, sin temor,
sin có1era: Por algo es el Cid Campeador!

Inmóvil y benigno en su dádiva inmensa,
el gran Rodriga Díaz de Vivar algo piensa:
¿Qué sentimientos laten bajo de su coraza?

De repente, con suave firmeza, lo rechaza;
contempla largamente aquel escombro humano,
se arranca el guantelete ... y le tiende la mano!



SEGUNDO POEMA DE LA DESPEDIDA

V


ETE como quien llega, pero vete,
pues ya el trigo creció para la siega.
Mi amor es como un niño que no juega
para que no se rompa su juguete.

Te irás como la lluvia, gota a gota;
y yo, al cantar mi canto hacia el olvido,
soy la rama que sólo ha florecido
para que no se vea que está rota.

Y mientras tú te vas sin un sollozo
yo cruzaré los brazos sin un ruego,
muriéndome de sed igual que un ciego
que se sentara en el brocal de un pozo.

O he de mirarte como el moribundo
que ve llegar la primavera al huerto,
y piensa que después que se haya muerto
no debiera haber flores en el mundo.

Pues como el monje ante su crucifijo,
que es su esperanza y a la vez su yugo,
yo sentiré la angustia de un verdugo
que debe ajusticiar su único hijo.

Vete ... Pero es mejor que ni en el eco
pueda sobrevivir tu voz ausente,
porque mi amor es triste como un puente
sobre la cicatriz de un río seco...

Y aunque sonría como quien engaña,
viéndote ir como quien se equivoca,
mi corazón será una araña loca
que se enreda en su propia telaraña.

Yo he de fingir un ademán de hastío
en una despedida indiferente,
pero mi amor será como un demente
que sepultara un ataúd vacío.

Y, ya lejos mi boca de tu boca,
mi alma despertará cada mañana
con su oscuro silencio de campana
que se puede tocar y no se toca...

Pues aunque digas un adiós risueño
yo sentiré que cierras una puerta,
como esa mano cruel que nos despierta
cuando soñamos lo mejor de un sueño.







BALADA EN LA ALAMEDA

P


DRA el silencio miel sobre seda,
y era un ungüento de paz la brisa.
Yo iba del brazo con tu sonrisa
por la alameda.

Tu boca dulce como un olvido
me dió sus jugos bajo el follaje,
 y su chasquido
  rozó mi oído
   como el plumaje
   de un cisne herido;
     como un encaje
      desvanecido;
        como un celaje
          loco de viaje
           sobre un paisaje
              desconocido ...

Tu boca ungida de luz de trino
bordó una sombra de frases quedas,
Tu boca tibia me supo a vino,
y en la hojarasca de las veredas
se alzó el revuelo de un remolino
                    de áureas monedas ...

y fué el silencio como una gruta,
y la quimera fué como un río
donde bogaron tu amor y el mío....
y fué tu boca como una fruta
humedecida por el rocío...

Como amputando gestos sombríos
bruñó la Luna su filo de hacha,
y. retorciendo sus dedos fríos
                   cruzó una racha...

Yo unté de besos tu boca roja,
tu boca dulce como un regreso,
y en cada árbol fue cada hoja
un eco verde de cada beso!

Tu boca intacta me dió sus rasos,
tu voz sin bordes me dió su seda,
y, en la delicia de los retrasos,
moría el roce de nuestros pasos
en el silencio de la alameda...


ENVíO

La vida pasa; la vida rueda...
Quizás se aparten tu alma y la mía,
pero el recuerdo nace y se queda...
Y aunque el deseo no retroceda
y nuestra llama se apague un día,
mientras yo pueda soñar, y pueda
regar mis sueños en la vereda
                          de la armonía,
tendré la dulce melancolía
de aquellas frases entre la umbría
y aquellos besos en la alameda.



CANZONETTA

E


RASE un verde bosque de eterna primavera,
y érase un niño iluso que vagaba al azar ...
El niño entró en el bosque siguiendo una quimera;
entró en el bosque ... y nadie lo ha visto regresar.

Erase un mar sereno, de tan hondo que era,
y érase un nauta loco que vió un día aquel mar ...
El nauta aborrecía la paz de la ribera;
empuñó el remo ... y nadie lo ha visto regresar.

Mujer: comprende el símil. Yo también quise un día
penetrar el secreto de tu melancolía,
y me perdí, y no pude regresar;

porque en tus ojos verdes se extravió mi destino,
como el niño en el bosque, como el loco marino
en el mar!


POEMA

B


AJA al jardín y corta las rosas una a una,
jardinero frustrado que odias la primavera.
Como quien ha cerrado su ventana a la luna,
tú estarás en la sombra, y ella brillando afuera.

Baja al jardín y ejerce tu rencor asesino,
pero piensa que hay cosas que nunca tienen fin:
Te llevarás las rosas y su fugaz destino,
pero la primavera seguirá en el jardín!



LA RAMA ROTA

V


ENGO de tu jardín de altos aromas,
con esta flor que embriaga como un vino.
Quizás por eso fue que en el camino
me siguió una bandada de palomas.

Y ahora, en mi huerto, en esta entristecida
paz del que nada odia y nada ama,
me tropiezan los pies con una rama,
seca y rota, lo mismo que mí vida.

Y, corno quien regresa del olvido
y se hermana al dolor de otra derrota,
pongo la flor sobre la rama rota
para hacerle creer que ha florecido.






LIED

M


I corazón se queda aunque mi amor se vaya,
porque el recuerdo nace de un ansia de olvidar.
Tu amor tiene la tibia ternura de una playa;
mi amor es inestable como el viento y el mar.

Aunque mi amor se vaya no has de quedarte sola,
pues te dejo el reflejo de la luz. que encendí:
Tu amor es una playa, mí amor es una ola,
y necesariamente yo he de volver a ti ...



POEMA LAMENTABLE

E


L beodo narraba dificultosamente,
con hipos de agonía y vahos de aguardiente:
El, residuo de hombre, sin vigor ni decoro,
era el único dueño de un singular tesoro.

Y bajo sus andrajos hurgando torpemente,
alzó en triunfo una cosa flexible y reluciente:
una trenza finísima de cabellos de oro,
y gimió: "Es de la infame... que todavía adoro!"

Y una noche de lluvia se colgó de una rama.
y un rechinar de dientes epilogó su drama
de recorrer a tientas las brumas del alcohol.
Y los curiosos vieron, al inflamarse el día,
que en su cárdeno cuello la trenza relucía,
cual si se hubiese ahorcado con un rayo de sol!


POEMA DEL OLVIDO

V


IENDO pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, corno una nube, pasaste por mi hastío.
y se unieron entonces tu corazón y el mío,
como se van uniendo los bordes de una herida.

Los últimos ensueños y Ias primeras canas
entristecen de sombra todas las cosas bellas;
y hoy tu vida y mi vida son como las estrellas,
pues pueden verse juntas, estando tan lejanas...

Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita,
nos da una sed más honda que la sed que nos quita,
pero estoy tan seguro de poder olvidar...

Y miraré las nubes sin pensar que te quiero,
con el hábito sordo de un viejo marinero
que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar!


POEMA DEL POEMA

Q


UIZAS pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... jamás lo sabrás!

La desolada estrofa, como si fuera un ala,
voló sobre el silencio... Y tú estabas allí:
Allí, en el más oscuro rincón de aquella sala,
estabas tú, escuchando mis versos para ti.

Y tú, la inaccesible mujer de ese poema
que ofrece su perfume pero oculta su flor,
quizás supiste entonces la amargura suprema
de quien ama la vida porque muere de amor.

Y tú, que nada sabes, que tal vez ni recuerdes
aquellos versos tristes y amargos como el mar,
cerraste en un suspiro tus grandes ojos verdes,
los grandes ojos verdes que nunca he de olvidar.

Después, se irguió tu cuerpo como una primavera,
mujer hoy y mañana distante como ayer...
y vi que te alejabas, sin sospechar siquiera
que yo soy aquel hombre... y tú, aquella mujer!



POEMA DE NAVIDAD

E


NTRE la muchedumbre que ríe y se divierte
por las iluminadas calles de la ciudad,
me llega tu recuerdo con un sabor de muerte,
mujer de mi tristeza y mi felicidad.

Y, así, esta noche alegre tengo los ojos tristes,
tristes de la tristeza de ir contigo y sin ti,
mujer que existes y no existes,
mujer que nunca tuve, pero que ayer. perdí.

Voy andando en la noche, desterrado del mundo,
y de pronto, surgiendo de entre la multitud,
me sale al paso un perro vagabundo,
desorientado y triste como mi juventud…

En sus húmedos ojos se duplica mi ensueño,
y los dos nos miramos con un mismo dolor:
él, un perro sin dueño;
yo, un hombre sin amor.



ASI, VERTE DE LEJOS

A


SI, verte de lejos, definitivamente:
Tú vas con otro hombre; yo, con otra mujer...
y sé que, como el agua que brota de una fuente,
aquellos bellos días ya no pueden volver.

Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer;
y lograr que mi rostro se quede indiferente,
y que el gesto de hastío parezca de placer.

Así, verte de lejos, y no decirte nada,
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así;



NOCTURNO VII

A


HORA que ya te fuiste, te diré que te quiero.
Ahora que no me oyes, ya no debo callar.
Tú seguirás tu vida y olvidarás primero...
y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.

Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte,
y un amor tempestuoso que no puede durar.
Acaso aquella noche no quise retenerte...
y ahora estoy recordándote a la orilla del mar.

Tú, que nunca supiste lo que yo te quería,
quizás entre otros brazos lograrás olvidar...
Tal vez mires a otro, igual que a mí aquel día...
y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.

El rumor de mi sangre va cantando tu nombre,
y el viento de la noche lo repite al pasar.
Quizás en este instante tú. besas a otro hombre...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...

Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...



NOCTURNO VI

A


S! estás todavía: De pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo.

Siempre he de recordarte de píe bajo la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos.
y tu voz, que nacía del fondo de tus ojos,
y tus manos cansadas que se iban en el viento...

Y aquel cielo de plomo, y el rumor de los árboles,
y la hoja seca aquella que te cayó en el seno...
y el rocío nocturno dormido en tus pestañas,
y engarzando diamantes en tu vestido negro.

Así estás todavía, lejanamente cerca,
desde tu lejanía de sombra y de silencio...
Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia;
de pie bajo la lluvia te acercas en el sueño.

La vida es tan pequeña, que cabe en una noche.
Quizás fue que en la sombra me encontré con tu beso.
y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo.

Sí. Me has dejado triste. Porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo, cuando llueva de nuevo;
y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia,
con las manos temblando de frío y de deseo.

Pero, aunque habrá otras noches cargadas de perfumes,
y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo la lluvia clara de una noche de invierno.


ELEGIA DE ESTIO
                               I
A


QUI, junto a este río, tu ausencia es más
Aquí, bajo este árbol, mí silencio es más mío.

Algo de mi alegría se fue en esta corriente,
o dejó en estas ramas un retoño tardío.

Ahora pasan el tiempo y el agua transparente
por este cauce turbio y amargo de mi hastío.

                                  II

Yéndote como el río, que al irse no está ausente,
te quedas como el árbol, que llena lo vacío.

Todo está como entonces, y todo es diferente,
porque faltan tus ojos en la tarde de estío.

Y el amor que llegaba se nos fue dulcemente,
con la sombra. del árbol, en el agua del río...
ausente.



POEMA DE LA DUDA

N


UESTRO amor ya es inútil como un mástil sin lona,
como un cauce sin agua, como un arco sin flecha,
pues lo que enciende un beso lo apaga una sospecha,
y en amor es culpable el que perdona.

Ya es sombra para siempre lo que miró la duda
con su mirada amarga como una fruta verde;
y el alma está perdida cuando pierde
el supremo pudor de estar desnuda.

Así, frente a la noche, te he de tender la mano
con un gesto cordial de despedida,
y tú no sabrás nunca lo que pesa en mi vida
la angustia irremediable de haberte amado en vano.



SONETO DEL CAMINANTE

N


O despiertes jamás para vivir tu sueño,
porque el sueño es un viaje más allá del olvido.
Tu pie siempre es más firme después de haber caído.
Sólo es grande en la vida quien sabe ser pequeño.

El amor llega y pasa como un dolor risueño,
como una rama seca donde retoña un nido .
Sólo tiene algo suyo quien todo lo ha perdido.
Nadie es dueño de nada sin ser su propio dueño.

La vida será tuya si sabes que es ajena,
que es igual ser montaña que ser grano de arena,
pues la calma del justo vence el furor del bravo.

Y aprende que el camino nace del caminante,
pues, por más que ambiciones, humilde o arrogante,
sólo has de ser el dueño de lo que eres esclavo.



SEMBRAR

A


LZA la mano y siembra, con un gesto impaciente,
en el surco, en el viento, en la arena, en el mar...
Sembrar, sembrar, sembrar, infatigablemente:

En mujer, surco o sueño, sembrar, sembrar, sembrar...
Yérguete ante la vida con la fe de tu siembra;
siembra el amor y el odio, y sonríe al pasar...
La arena del desierto y el vientre de la hembra
bajo tu gesto próvido quieren fructificar...

Desdichados de aquellos que la vida maldijo,
que no soñaron nunca ni supieron amar...
Hay que sembrar un árbol, un ansia, un sueño, un hijo...
Porque la vida es eso: Sembrar, sembrar, sembrar!



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